sábado, 20 de septiembre de 2014

A la deriva


Ciego de nacimiento, Antígono Pajarito se echó a la mar. Su osadía se consideró apenas un vulgar suicido. Teódulo Sacrosanto, marinero retirado, pero no por ello menos loco, se ofreció a ser sus ojos. Terco como ninguno, Antígono aceptó por compañía solamente la bendición del párroco. En el rostro de la gente que lo despidía se reflejaba la triste y morbosa certeza de estar asistiendo a un funeral anticipado. Días después, las embravecidas agua del océano devolvieron a la playa los restos de una embarcación; de su ocupante, no se encontró ningún rastro.
Son muchas las historias que se han tejido alrededor del suceso. Como aquella que habla de un ciego que es rey en un archipiélago infestado de sirenas. Otras sostienen que no es el canto de las mujeres pez el que trastorna, sino la conjunción de su belleza física y su voz espiritual, por lo que ciegos y sordos son inmunes…
Tengo dudas sobre la veracidad de estas historias. En mis años errante por el mar, no he avistado una sirena. Las provisiones se agotaron; bebo la última botella de agua dulce… No creo poder aguantar más tiempo…


Ahí terminaba el manuscrito que había dentro de la botella que encontré un día al pasear por la playa.a