viernes, 29 de enero de 2016

Las Historias de cada quien

Presentación


Un año más de andar por aquí… Y otro libro para festejar a los lectores, que sin ellos estas páginas estarían escritas en blanco. Las Historias de cada quien fueron publicadas en el blog para niños de 0 a 100 años, Un pingüino rojo
—No existen pingüinos rojos, son negros con blanco y medio cafecitos —protesta Chivo.
Los demás niños lo miran, sorprendidos de su sapiencia. Sólo Camano, que gusta de llevarle a todo mundo la contra, manifiesta:
—¿Y qué? En los cuentos todo se vale.
—¡Sí! —dicen unos.
—¡Ah! —dicen otros.
—Pues a mí se me hace muy jalado de los pelos que exista un pingüino rojo, ¡y que viva en el desierto! —se defiende Chivo.
—¡Es verdad! —dicen unos.
—¡Ummm!  —dicen otros.
Y allí está el grupo de amigos dividido en dos bandos: cada uno con un punto de vista, que defienden, olvidando que se reunieron para oír al contador de historias.
—¡Chicos! —interviene Leopold—. ¿No quieren saber qué sigue?
—¡Sí! —gritan todos a coro.
—Bien. Entonces guarden silencio y escuchen el resto de la historia…*

            Nota para los pequeños lectores: en Las Historias de cada quien se vale cambiar el nombre de los personajes y poner el suyo y el de sus amigos. Porque, ¿quién nunca ha soñado tener una aventura como las que, por fortuna, tienen los personajes de los libros? Yo sí, y seguro ustedes también.

México, D. F., 27 de enero de 2016.
*Tomado de El pingüino rojo




lunes, 25 de enero de 2016

Oficina de quejas



Te vas en dos días, prepárate, me notificaron. Dos días puede ser poco o mucho tiempo, pero no para mí que ni reloj tengo. Firmé de enterado y me olvidé del asunto. Allí se estaba bien: el mar siempre tibio y en calma, y algunas veces me arrullaba el lejano rumor de las sirenas. ¿Qué más puedes pedir cuando la vida transcurre en calma y armonía plenas? Sí de mí dependiera, querría seguir por siempre aquí, me dije. Estiré los músculos, acomodé el cuerpo y cerré los ojos, dispuesto a dormirtar hasta el fin de la eternidad. Han transcurrido 51 años y dos días desde entonces, y aún nadie me explica qué carajos hago en este otro lugar.