lunes, 25 de enero de 2016

Oficina de quejas



Te vas en dos días, prepárate, me notificaron. Dos días puede ser poco o mucho tiempo, pero no para mí que ni reloj tengo. Firmé de enterado y me olvidé del asunto. Allí se estaba bien: el mar siempre tibio y en calma, y algunas veces me arrullaba el lejano rumor de las sirenas. ¿Qué más puedes pedir cuando la vida transcurre en calma y armonía plenas? Sí de mí dependiera, querría seguir por siempre aquí, me dije. Estiré los músculos, acomodé el cuerpo y cerré los ojos, dispuesto a dormirtar hasta el fin de la eternidad. Han transcurrido 51 años y dos días desde entonces, y aún nadie me explica qué carajos hago en este otro lugar.

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