Insomnio de Edgar Allan Poe —Never-dormir, never-dormir, never-dormir... -grazna el cuervo.
lunes, 20 de junio de 2016
Equipaje
lunes, 18 de abril de 2016
Palabras de una amiga a Las metamorfosis de Diana
Querido Manolo:
Como ya estarás imaginando, he leído tu libro varias veces. Porque es un
placer.
Para hacerle
justicia a Las metamorfosis de Diana
debiera escribir a mi vez otro libro, a
la par del tuyo, comentando micro por micro. De modo que me ceñiré a los que
juzgo IMPRESCINDIBLES, así, con mayúsculas.
“Prefacio” me conmocionó, “dio en la diana” de mis emociones. Y aunque
suene presuntuoso me animo a anticipar que dará siempre en el centro de los
sentimientos de cada lector. ¿Acaso hay un adulto que no haya experimentado el
horror de la secuencia tormenta – caos – silencio – rutina implacable?
“Después del naufragio”, además de estar escrito de un modo impecable,
me deja un regusto amargamente familiar: la caja de la rutina que mencionaba en
el párrafo anterior. Sin importar que estemos o no conscientes de ella; o
cuántas tormentas hayamos pasado, de qué intensidad o duración.
Enorme acierto abrir el libro con estos dos micros, amigo.
El resto de la primera parte se lee con sonrisa doble: muy buenos micros
escritos con una intención lúdica. Con intención lúdica te respondo que “El
burrito que no quería estudiar” parece escrito por un argentino.
Cerrar con “Génesis” es otra de las genialidades que regalás con tu
libro.
La segunda y tercera parte son mis favoritas. Me gustaría haber escrito
esos micros, por suerte un amigo ya lo hizo por mí.
De todos modos quisiera destacar la belleza de “La última musa”, la
melancolía de “Despojos”, la agudeza de “Ruptura”,
la picardía de “Las tentaciones de Penelopea”… y así podría seguir hasta el
fin. Si no lo hago es porque creo que ya establecí mi punto.
De “Los círculos del Paraíso” me bastará decir que “Génesis según…” es
una exquisitez. “Inmemoriam” y “Los círculos del Paraíso”, hiperbreves que
debieran dictarse en las escuelas para que los estudiantes tomen consciencia de
lo profundo que puede llegar a ser el mundo del microrrelato en manos de un
buen escritor. “Despejando dudas” es un canto a la imaginación (pero eso vos ya
lo sabés, no por nada se lo dedicás a Camila Ixchel). No quiero despedirme de
esta tercera parte sin aludir a “Desembarco”,
una emoción de micro que fue el que elegiste para la antología de Talentura.
¿Cómo olvidarlo?
Y como para ser estas palabras nada más que unas líneas breves y
humildes ya me estoy excediendo demasiado,
no quiero despedirme sin comentarte, una vez más, que “Pasos” es uno de los
mejores micros que haya leído jamás. Si Miguel Ángel sacó del mármol todo lo
que no era Moisés, vos tomaste una novela y extrajiste todo lo que no era una
obra de arte, y te quedó esta joya.
Mi enhorabuena por este nuevo libro. Y un gracias grandote y redondo
como un sol por tu gesto tan generoso, de extrema confianza: enviarme el
borrador de un libro que está por salir a imprenta. Me siento muy honrada.
Cariñosamente
Patricia
martes, 22 de marzo de 2016
Los bolígrafos de papá
Cada que papá volvía a
casa luego de sus largas ausencias, me gustaba ser el primero en esculcar su
equipaje. Mi intención no era ver la ropa o los juguetes que me
había traído, tampoco pretendía tomar los de mis hermanos, más
chicos que yo, sino admirar y tocar los bolígrafos que siempre traía por
montones. La mayoría promocionaban a restaurantes, hoteles, revistas,
laboratorios médicos, ciudades, autos… No tengo claro cómo los obtenía, posiblemente
los tomaba de los lugares donde trabajaba, y lo mismo hacían sus hermanos y
amigos, pues no creo que hubiera estado en tantos lugares. En realidad, la
procedencia de cada bolígrafo no era importante, como tampoco el hecho de por qué
un hombre como papá, que apenas si sabía leer y escribir, gustara de
coleccionarlos. Directamente de la maleta, el montón de bolígrafos coloridos pasaba al ropero de
mamá, al compartimento pequeño que siempre estaba bajo llave. En aquel lugar, el tiempo daba cuenta
de los bolígrafos viajeros, secando o desparramando la tinta de algunos; de los otros
me encargaba yo —que tenía una llave hurtada del ropero de la abuela—, que los
iba sacando de su cautiverio para perderlos quién sabe dónde.
jueves, 18 de febrero de 2016
Línea de ayuda
No sé en qué momento me
convertí en el amante de mi mujer, sólo sé que un día en sus conversaciones
telefónicas con “el otro”, ella evitaba toda referencia a nosotros… más bien a
mí. Que si salíamos a bailar, le decía que estaba en una reunión con sus amigas
de la facultad, que si su llamada interrumpía nuestra intimidad, le daba las
gracias por haberla despertado de una pesadilla… Quisiera darle más
detalles, pero Eugenia está como loca, dice que su marido ya viene para la casa,
sospecha que yo estoy aquí y trae un arma.
jueves, 4 de febrero de 2016
Naufragio en tierra firme
Terminó de escribir su enésimo libro y, al igual que hiciera con todos los libros anteriores, lo metió en un frasco de conservas y lo almacenó en la alhacena-biblioteca. Ese año, la temporada de ciclones fue especialmente cruel. Una mañana mientras trabajaba en la construcción de su nueva casa, recibió una carta: le comunicaban que su obra había merecido por unanimidad el Premio de Náufragos Lectores. "En breve le haremos llegar hasta su domicilio una considerable dotación de botellas de vino vacías y sus corchos", terminaba la carta.
viernes, 29 de enero de 2016
Las Historias de cada quien
Un año más de andar por aquí… Y otro libro para festejar a
los lectores, que sin ellos estas páginas estarían escritas en blanco. Las Historias de cada quien fueron publicadas en el blog para niños de 0 a 100 años, Un pingüino rojo…
—No existen pingüinos rojos, son
negros con blanco y medio cafecitos —protesta Chivo.
Los demás niños lo miran, sorprendidos de su sapiencia. Sólo Camano, que
gusta de llevarle a todo mundo la contra, manifiesta:
—¿Y qué? En los cuentos todo se vale.
—¡Sí! —dicen unos.
—¡Ah! —dicen otros.
—Pues a mí se me hace muy jalado de los pelos que exista un pingüino
rojo, ¡y que viva en el desierto! —se defiende Chivo.
—¡Es verdad! —dicen unos.
—¡Ummm! —dicen otros.
Y allí está el grupo de amigos dividido en dos bandos: cada uno con un
punto de vista, que defienden, olvidando que se reunieron para oír al contador
de historias.
—¡Chicos! —interviene Leopold—. ¿No quieren saber qué sigue?
—¡Sí! —gritan todos a coro.
—Bien. Entonces guarden silencio y escuchen el resto de la historia…*
Nota para
los pequeños lectores: en Las Historias de cada quien se vale cambiar el nombre de los personajes y poner el
suyo y el de sus amigos. Porque, ¿quién nunca ha soñado tener una aventura como
las que, por fortuna, tienen los personajes de los libros? Yo sí, y seguro
ustedes también.
México, D. F., 27 de enero de 2016.
*Tomado de El pingüino rojo
lunes, 25 de enero de 2016
Oficina de quejas
Te vas en dos días, prepárate, me notificaron. Dos días puede ser poco o mucho
tiempo, pero no para mí que ni reloj tengo. Firmé de enterado y me olvidé del
asunto. Allí se estaba bien: el mar siempre tibio y en calma, y algunas veces
me arrullaba el lejano rumor de las sirenas. ¿Qué más puedes pedir cuando la
vida transcurre en calma y armonía plenas? Sí de mí dependiera, querría
seguir por siempre aquí, me dije. Estiré los músculos, acomodé el cuerpo y
cerré los ojos, dispuesto a dormirtar hasta el fin de la eternidad. Han
transcurrido 51 años y dos días desde entonces, y aún nadie me explica qué
carajos hago en este otro lugar.
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