Vivía conmocionado por la tragedia que lo dejó en la orfandad.
Las consultas al terapeuta apenas sirvieron para hacerlo recrear el pasado por
años. El carácter se le agrió, llevaba siempre bajo la dermis los rencores.
Hasta que al fin un día estuvo frente al asesino despiadado de su familia. «Te
he matado tantas veces que no sé si una más haga la diferencia», le espetó. «Yo
soy más práctico, a mí me basta con hacerlo una sola vez», le respondió aquel
antes de disparar. El cristal que separaba a los dos quedó hecho trizas.