lunes, 26 de octubre de 2015

martes, 22 de septiembre de 2015

Comenzar la jornada


—¿Por qué estudiaste medicina? —pregunta la mujer, descruzando las piernas, como en aquella escena memorable de una película cuyo nombre no recuerda.
—Es una larga historia —maldice en silencio, devuelve la mirada a la lista enorme de pacientes aún por consultar.
No acababa de entender por qué las mujeres guapas siempre están al comienzo de la jornada, y nunca al cuarto para la hora de salida, cuando la soledad se hace más grande y dan ganas de tomar un café acompañado.

lunes, 31 de agosto de 2015

Alergeno


De pie sobre el risco majestuoso, mira la inmensidad delante de él. ¡Podría estar aquí por siempre!, murmura emocionado. La mujer gigante estornuda y el hombrecito cae al abismo.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Adopción


Era un manzano encorvado con las ramas hasta el suelo. Los niños podían bajar y subir en él cada que les daba la gana, sin riesgo de lastimarse. Los sentía colgarse, columpiarse. Así todos eran felices. A causa de un extraño designio, aquellos bárbaros eran su único fruto.

lunes, 3 de agosto de 2015

Túneles


Cuando informaron al gobernante de aquel país en medio de la nada que el enemigo público número uno había conseguido escapar de la cárcel de máxima seguridad a través de un túnel kilométrico, montó en cólera. Luego, algo más calmado, tuvo una gran idea: ¿y si él usaba el mismo medio para salir  de los problemas en que se había metido? Comenzó a cavar y escondió la cabeza.

sábado, 27 de junio de 2015

Volador de Papantla


Un grito de horror escapa de la boca de los asistentes al espectáculo cuando una cuerda se rompe y un hombre se precipita al vacío. A escasos centímetros de estrellarse contra el piso, el hombre deviene pájaro y remonta el vuelo; una salva de aplausos lo acompaña.

miércoles, 3 de junio de 2015

Kafkiano



Esa mañana, Gregorio Samsa despertó sobresaltado: emociones encontradas ocupaban su mente. Era un hecho que Max Brod había faltado a su palabra, pero también que gracias a su deslealtad, él —Gregorio Samsa—, su familia y tantos personajes más lograron escapar del olvido al que habían sido condenados. «Lo siento, Franz, de verdad lo siento», chirrió con sinceridad, y continuó con su difícil papel de convertirse en insecto cada vez que alguien abriera el libro.

martes, 2 de junio de 2015

Diluvio interior III


Los dientes se cerraron firmes sobre el dorso de su mano, hasta hacerla sangrar. El bochorno en los genitales presagiaba la erección. Dispuesto a continuar con su obra, agitó con la punta del dedo la mezcla de sangre, orina y mierda que, a falta de tinta o grafito, usaba para escribir. “La puta levantó la mirada al cielo, pero la lluvia no se detuvo…”, comenzó. A cada palabra transcrita, se abatía sobre la celda un aguacero de bocas, animales, senos, penes, gritos, anos, vaginas, semen, golpes… En éxtasis total, el marqués seguía escribiendo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Presagio


La lluvia amenaza batirse contra la tarde, en el aire viciado de la ciudad ya se percibe su aroma a hierbas y tierra húmeda. Levantas la mirada hacia el cielo y su semblante grisáceo se te viene encima, como si se derrumbara. Te dices que algo así debe de estar pasando dentro de ti, porque hasta afuera llega el estruendo de tus emociones destrozadas.

jueves, 30 de abril de 2015

Dame un poco de ti


Poco a poco toman forma el volantín y la rueda de la fortuna, las sillas voladoras y el carrusel. Desde las bancas del jardín, un enjambre de niños codiciosos mira los juegos.
—Tengo boletos —dice un hombre recio y tosco, las manos velludas y grasientas; exhibe una sonrisa lasciva de toro—. ¿Quién los quiere?
Cual palomas espantadas por el chasquido del arma del cazador, el grupo de curiosos huye despavorido.
Solo un chiquillo no se mueve de su sitio: su mirar oscuro y andrajoso, hace rato que da vueltas en los juegos mecánicos.


 José Manuel Ortiz Soto, Cuatro caminos, BUAP, 2014.

lunes, 27 de abril de 2015

Insensatez


“¡No!”, grita mamá del otro lado del teléfono, su voz tiene ese tono que te arranca el deseo de seguir en la fiesta. Contrariarla sería retar su ánimo volátil, arriesgarme a vivir el resto de mes sin un peso en el bolsillo. Mujer de pocas palabras, sabe muy bien cómo administrarlas: “Te quiero en casa ahora mismo, Julián”.
“Ya me tengo que ir”, anuncio a mis amigos. La avalancha de bromas no se hace esperar: “Que te vaya bien, Ceniciento.” “¡Cuando me enamore, será de un bello durmiente como tú!” “¡No olvides dejar la zapatilla en la escalera, puto!”. “¡Apúrale o el metro se te hará calabaza!”.
La calle es una mancha larga y fría, solo comparada con mi enfado. Desde que papá murió, mamá se ha convertido en un espectro que me sigue a todas partes. Basta dar un paso fuera de casa para sentir sus manos sujetándome, escuchar su voz en el silencio, ver sus ojos, siempre atentos, aun en la mirada ajena de un extraño. Ahora mismo, es ella quien detiene el autobús, buscaba una moneda en el bolso y paga mi pasaje… Pero no será por mucho tiempo: espero que la próxima vez la muerte no se equivoque, y la encuentre primero a ella, al fin ya es el último miembro de mi familia.

jueves, 2 de abril de 2015

El juego de la burocracia


Llego corriendo a las oficinas de Control Vehicular. No puedo creer en mi buena estrella: el lugar está casi vacío; de las trece ventanillas de atención al público, solo una se encuentra ocupada. La V-5. Justamente a la que fui asignado para hacer mis trámites. La mujer tras el cristal —pelo rubio, cara redonda y maquillada—, explica al hombre —ya mayor— los documentos y el número de copias que debe de entregar en cuanto lo vuelva a llamar, pero éste no entiende y aquella, muy atenta y paciente, vuelve al principio de la conversación. Al fin, cuando todo parece estar en orden, la mujer manda a imprimir el archivo, pero la máquina se atasca y la rubia no tiene más remedio que exigir la presencia de un técnico. No te preocupes, Clarita, esto lo resuelvo yo en un segundo, dice el tipo de la V-6. Ya con el documento en la mano, y la enorme sonrisa instalada de nueva cuenta en su rostro, la mujer teclea y teclea en el computador. No sé qué, pero algo no encaja. Para este momento, han pasado más de cuarenta minutos desde que llegué a las oficinas y la fila detrás de mí crece inmisericorde. Extrañamente, las doce ventanillas restantes continúan vacías, o quizás trabajan a una velocidad vertiginosa que no alcanzo a vislumbrar. 
     Tres horas y cincuenta minutos después, hambriento y fastidiado, mentando madres a quien me mire, escucho mi nombre y me apresuro a pasar al frente. “¿No cree que habría sido más fácil pagar la comisión al gestor de la agencia de autos, y que fuera él quien perdiera el tiempo por usted?”, me recibe la mujer tras el cristal, con una enorme sonrisa.

jueves, 19 de marzo de 2015

El juicio


El hospedero pidió calma a la multitud embravecida. Cuando los ánimos se tranquilizaron un poco, otorgó la palabra al más viejo de los ratones.
—Un gato que se considere digno representante de su especie habría respondido a sus instintos; siempre fue así —observó, mirando al gato de reojo.
Los perros asintieron.
—Les aseguro que si alguien conoce bien a los mininos, somos nosotros —terminó su alegato el ratón.
Perros, gallinas, conejos, chivos... todos estuvieron de acuerdo.
La cocinera se puso de pie; pidió hablar:
—Ahora me queda claro por qué, a pesar de la plaga de ratones que infestan la posada, los quesos y embutidos en la alacena, en lugar de mermar, se multiplicaban como panes, señor posadero.
Culpable de practicar la hechicería, el gato negro fue condenado a la hoguera.

Epílogo


Aunque preocupados por desconocer cómo o cuándo volverían a su antigua condición humana, los sapos guardaron silencio.

domingo, 8 de marzo de 2015

La mano de Dios


A contraluz de un cielo claro y luminoso, se ve a sí misma trepando por las ramas de un sauce. Con gran emoción, vuelve a ser mujer-lagartija, mujer-ardilla, mujer-chimpancé. Pero en un parpadeo, la imagen cae al vacío y se rompe.
La inmovilidad de su cuerpo, sujeto a la silla de ruedas, le recuerda que convalece de un accidente antiguo.
Mujer-pájaro, mujer-cometa, mujer-universo…

José Manuel Ortiz Soto, Cuatro caminos, BUAP, 2014.

jueves, 5 de marzo de 2015

La paja en el ojo


Aquel árbol no era del bien ni del mal: lo mismo pernoctaban en sus ramas serpientes de tres ojos que pájaros de trinos claros; bajo su sombra hacían la siesta trotamundos inocentes que bandidos y asesinos perseguidos por la justicia. Al reclamo de los otros árboles, que lo acusaban de no tener principios ni moral, el árbol jorobado se apuraba a madurar los frutos que de un momento a otro buscarían hambrientos los recién llegados.


jueves, 29 de enero de 2015

Las cincuenta cabezas de la hidra

Amigos: 

Con algunos días de retraso (por haber olvidado mi lap en un paseo, y hasta que alguien se condolió de mí y me prestó una para salir al paso en lo que la otra regresa), aquí les dejo esta entrada con libro Las cincuenta cabezas de la hidra, regalo a los lectores de Cuervos para tus ojos por mis cincuenta años de dar lata; la portada es del escritor y dibujante mexicano, radicado en Portugal, Sergio Astorga, y el diseño estuvo a cargo de Diana Hernández Meza, médico y escritora también mexicana. Espero que lo disfruten tanto como nosotros.


miércoles, 21 de enero de 2015

Hechizos


Un sapo culto llegó a ser presidente de un pequeño estanque. Una vez instalado en poder, dijo al Congreso que, en realidad, no era sapo, sino un príncipe encantado.
La bruja del cuento, que se hacía pasar por lideresa de su grupo parlamentario, aconsejó a los suyos no aventurarse en suertes de brujas malas; que lo mejor sería deshacer el Congreso y nombrar al sapo emperador, zar o lo que él quiera. “Después nos levantarnos en armas, lo derrocamos y le cortamos la cabeza. La historia nos recordaría como revolucionarios”.

Todos estuvieron de acuerdo y aceptaron beber la pócima que les ofrecía, aun los sapos encantados.

viernes, 9 de enero de 2015

No me amenaces


—¿Por qué lo golpean? ¡No se resiste!
—Mire, don, mejor no se meta.
Sostenido firmemente de los sobacos y del cinto por dos policías, el detenido levanta el rostro abotagado para ver quién lo defiende; en sus ojos, cerrados a puñetazos, solo hay oscuridad.
—Vámonos —ordena el jefe de los uniformados. Al pasar junto a papá, baja la voz—: ¿No entiende verdad? Más le valiera no meterse en donde no lo llaman.
—No es de hombres ensañarse con los indefensos.
—Ya nos veremos…
Papá regresa a mi lado y me estrecha con sus manos recias, todavía temblorosas.
—No llores. Recuerda que nunca debes permitir la injusticia.

Ayer enterramos a papá. En el pueblo, todos saben quién lo mató pero no hay testigos. No permitiré esta injusticia.


José Manuel Ortiz Soto, Cuatro caminos, BUAP, 2014.

martes, 6 de enero de 2015

Cuentas por saldar


Me atrincheré en la sala, la escopeta del abuelo entre las manos y la mirada yendo de la puerta de la calle al árbol de Navidad. Era tanta la adrenalina que corría por mis venas que ni bostezaba. A eso de las tres y cuarto de la mañana me pareció oír voces en la calle, pero nada ocurrió. En qué momento los Reyes Magos entraron y dejaron los juguetes frente a mi cara, no lo sé. Esta vez, tampoco me trajeron lo que les pedí, pero el próximo año lo pensaré mejor antes de desafiarlos.