Se siente caer envuelto en una luz amarillenta y temblorosa; es una piedra que el precipicio acepta sin reparos, el silencio mismo que no cabe en la extensión del grito. Ahora, para poder despertar, es imperioso que el vacío se desborde sobre el precipicio, que el grito, saciado de silencio, estalle.
Cuando vuelve en sí, recostado sobre el asfalto, reconoce que solo ha sido una vulgar lipotimia.
Imagen tomada de la red.