Hija Aranza,
hoy 13 de junio, que cumples 18 años, rescato de mis archivos esta carta que te escribí días después de tu nacimiento. Hoy, como entonces, te reitero lo que significó para nosotros tu nacimiento. Va para ti un beso y un abrazote. Pásate muy bien y quiere mucho a tu pequeña. Sabes que te quiero (aunque a veces no lo digo tanto), y sigue cumpliendo muchos, muchos años.
México, D. F., 18 junio 1994
ARANZA MARÍA:
Señorita
hija mía:
Hasta ahora no había tenido la oportunidad
de comunicarme contigo; las causas pueden ser muchas, pero en ningún caso son
justificables, por eso prefiero olvidarme de explicaciones y pasar al motivo de
esta carta. El día 13 de junio de 1994 viene a ocupar un sitio especial en mi agenda
anual: ¡es el día de tu nacimiento! El lunes mencionado desde muy temprano
visité a tu madre en la cama 233 del hospital Adolfo López Mateos. Como médico residente de cirugía pediátrica
me dispuse a solucionar los pendientes de la guardia, pues sabía que de un
momento a otro se realizaría la cesárea que habría de traerte a este mundo. ¿Dónde
se encontraba en esos momentos la panzacigüeña transportadora de bebés? Observé
el reloj: eran apenas las 05:00 de la mañana. El ave picuda aún se encontraba a más de 4 horas
de distancia. Porque la cesárea estaba programada para las 09:00 a.m. No estaba preocupado, era solamente cierta expectación, como la que provoca la
llegada de un nuevo miembro en la familia. ¿Cómo serías? Lo ignoraba, pero
esperaba que todo fuese bien.
Uno.
Después de las 08:00 a.m. se me permitió faltar al servicio. Abandoné el primer
piso de pediatría y fui al lado de Olivia a ginecoobstetricia.
Dos. 08:30
a 09:00 a.m. Una enfermera prepara a tu mamá para la cesárea: soluciones,
vendaje, etc. Sentimos que el momento de tu llegada está muy cerca.
Tres. 09:30
a.m. No he visto a ningún médico de perinatología. En su oficina me informan que
tu nacimiento se retrasará ya que hay una cesárea de urgencia. Al término de
ésta, pasará tu mamá.
Cuatro.
09:45 a.m. A Olivia no le gustó la noticia. Bajé a quirófano y se me informó
que no era sólo una cesárea la que estaba pendiente, sino dos. Aquello ya no me gustó y empecé a
incomodarme yo también.
Cinco.
11:00 a.m. Las cosas no marchaban: apenas iniciaba la primera cesárea. A este ritmo
nacerías por la tarde. Olivia estábaba desesperada. Y yo muy
molesto.
Seis. 01:
00 p.m. A esta hora inició la segunda cesárea. Llegó otra urgencia. Se
me propuso otro quirófano, pero desconozco por qué no progresó la idea. Salen
sobrando los comentarios. Lalo Vázquez (tu pediatra) sólo movía de un lado a
otro la cabeza (y posiblemente blasfema como yo, por este hospital).
Siete.
03:00 p.m. Iba a iniciar la cesárea que estaba aún pendiente, pero me percato
que ya había otra esperando sala (una urgencia relativa). A este ritmo nunca nacerías. Todo marchaba a un ritmo de tortuga
esquizofrénica; las cosas no estában claras y yo había perdido la calma hacía mucho. ¡No
podía dejar que las cosas marcharan a ese ritmo! Dejé mi papel de padre complaciente y me vestí de residente de cirugía pediátrica (quienes me conocen saben de que hablo, hija):
a) hablé
con los residentes de anestesiología
b)
anestesiólogos y yo hablamos con la supervisora de enfermería
c) anestesiólogos + supervisora de enfermería + yo hablamos con jefa de enfermería de tococirugía
d) todos
quedamos de acuerdo en que ya se realizara la cesárea para que nacieras. ¡Pero ya...!
Ocho. 04:10
p.m. Informo al residente de perinatología los resultados obtenidos. Y voy por
tu madre a su habitación para bajarla a los quirófanos.
NOTA: Lo que ocurrió después fue un caos y se llevó poco más
de media hora. Tuve que conseguir ropa quirúrgica, obtener la autorización para
que un residente de cirugía pediátrica ayudara al médico de perinatología a operar a tu mamá,
porque los ginecólogos no quisieron proporcionar un ayudante (¡problemas
internos!), pero no se autorizó; tuve que acudir a Asistentes de la Dirección y
manifestar mi inconformidad... en eso apareció un residente de perinatología
que no estaba de guardia, dijo que no había problema... Y la cesárea dio principio...
Nueve. Inició
la cesárea.
Diez. La
panzacigüeña cruzó rápidamente el cielo grisáceo del distrito federal. Su ojo
izquierdo se prendió, dejando ver una luz intensamente roja. El ulular del
viento daba a la luz cierta intermitencia apenas perceptible, para llamar la atención
y evitar un accidente aéreo, su agudo pico apuntaba hacia el sur de la ciudad,
mientras su ojo derecho observaba sigilosamente los pequeños edificios allá
abajo. A la distancia alcanzó a distinguir un edificio de mediana edad y seis
pisos de alto. Una pequeña luz también rojiza, parpadeó, como señal de alarma. Ese es,
se dijo, y conforme se fue acercando a él, las letras azulosas se fueron
volviendo más claras, hasta permitirle leer: “Hospital Lic. Adolfo López
Mateos, ISSSTE. Bien venida Aranza María". Y Brilló otra luz multicolor.
Yo apenas
escuché cómo un fuerte ventarrón pasó precipitadamente por la puerta del
quirófano, mi cuerpo tembló, nervioso. Y entonces te vi: estabas allí llorando,
pataleando, inquieta, sobre el vientre de tu madre. Y eran ya las 17:10 horas.
Habías
llegado con nosotros, señorita Aranza María Ortiz Gómez.
Te quiere, papá.
NOTA: Tu hermana Ireri Alejandra está por demás feliz con tu
nacimiento. Si soy franco, nunca en estos dos años y siete meses la había visto tan amorosa:
besándote, mimándote, platicándote (?). Cuando llegamos a la casa su primera
impresión fue darte un beso y decir: “mi manita, mi manita”. Cuando estuviste
instalada en la cuna te llevó algunos de sus muñecos de peluche (la vaca, el
delfín) y los puso en tus manos (!). Obviamente tuve que explicarle que los
dejase a un lado. En estos cinco días has tenido una hermana mayor fabulosa.
Add: tu abuela María también te envía saludos.