A la memoria del siempre Puma Germán Dehesa.
Se detuvo en el puesto de revistas. Contra su costumbre, el viejo dependiente esta vez no sacudió ni dobló el diario por mitad, en esa maniobra que a él le parecía absurda e innecesaria. “No tengo cambio, jefe”, rechazó el billete de cien pesos. “Ahí será mañana”.
Dejó atrás el parque con sus corredores matutinos y entró en el café De los murmullos, que extrañamente se hallaba casi vacío. El maître lo acompañó hasta un sitio junto a la ventana; la mesera trajo la canastita con el pan de dulce y sirvió el café. “Por el momento sólo esto”, se anticipó a la sonrisa de la joven dispuesta a tomar la orden.
Dejó atrás el parque con sus corredores matutinos y entró en el café De los murmullos, que extrañamente se hallaba casi vacío. El maître lo acompañó hasta un sitio junto a la ventana; la mesera trajo la canastita con el pan de dulce y sirvió el café. “Por el momento sólo esto”, se anticipó a la sonrisa de la joven dispuesta a tomar la orden.
Comenzó a leer el periódico por la última página, en la sección de deportes. Su equipo, los Pumas de la Universidad Nacional, disputarían por la noche la final del campeonato. Un presagio se instaló en su cabeza: mañana a esta hora, en este mismo sitio, estaría leyendo y celebrando el triunfo de los suyos. Sorbió el café caliente como le gustaba, pero no lo sintió, no le supo ni olió a nada. ¡Sólo la emoción de una nueva estrella en el escudo universitario era capaz de alterar tanto su vida, incluso sus sentidos! En la sección de Ciudad fue directo a la primera página para revisar, como hacía cada mañana, su columna Gaceta del ángel. Leyó en silencio: “Pedimos a Dios por el descanso eterno de nuestro querido amigo y compañero, Germán Dehesa, que el día de ayer falleciera víctima del cáncer…”. El periódico comenzó a desaparecer entre sus manos.
Imagen tomada de la red: Germán Dehesa.