El olor de la brisa marina sacó al pintor de su ensimismamiento. Intrigado miró el boceto de la barcaza en que trabajaba, pero de inmediato desechó la idea por absurda. Un ruido de gaviotas y cláxones al otro lado de la ventana lo hizo levantarse de su sitio para ver qué sucedía. ¡Esto no es cierto!, gritó al reconocer el barco que rondaba su cabeza, encallado en medio de la Plaza Principal del pueblo, a novecientos cincuenta kilómetros del puerto más cercano.
Los fuertes golpes en la puerta de su habitación no dejaban duda de a quién buscaban.
Imagen de Fabián Ortiz Soto, portada de mi libro réplica de viaje (poemario).