martes, 30 de diciembre de 2014

Mientras escampa


No ha dejado de llover en días. A través de la lluvia, la gente parece su espectro, no solo físico sino emocional. El abuelo dejó de menearse en la silla mecedora y tiene la mirada perdida, pero no hacia afuera, sino hacia adentro: como si mirara a un tiempo que pasó hace mucho. Mamá ha dejado de lavar la ropa, pero el cesto de los trapos sucios está vacío; ya ni siquiera recuerdo cuándo hicimos el último cambio. Sentados a la mesa, hablamos lo indispensable: pásame el pan, ten la sal, haz a un lado la olla con la sopa. Lo único que por momentos llama nuestra atención es el reloj que no avanza: hace mucho que las agujas están fijas en la misma hora.

martes, 9 de diciembre de 2014

Ciudad utópica



Vivo en una ciudad de utopías realizadas. Los dos primeros vagones del metro son exclusivos para mujeres, y el último, extraoficialmente, para la comunidad lesbio gay y transgénero, aunque cualquier ciudadano ejerce su derecho a subirse al vagón que le plazca. Hay también un autobús solo para mujeres, otro para ancianos y uno más para gente con capacidades diferentes. El matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto no criminal son una realidad. Hasta quienes ejercen la profesión de asesinos matan sin discriminar.

martes, 28 de octubre de 2014

Agujeros


No vio el agujero enorme que había delante de él y cayó los tantos metros maldiciendo la falta de alas. Cuando los paramédicos arribaron al lugar, el hombre ya había muerto. La familia demandó al Municipio, que se lavó las manos con un documento del gobierno anterior. Ahí constaba que el socavón entre las calles Paso de Gato y Saltapatrás fue resanado por Obras y Servicios S. A. de C. V. Citado a declarar, el director de la empresa concesionada manifestó que efectivamente, el agujero al que se hacía referencia en el escrito, no existía. Y para que no quedara duda, mostró las fotografías que avalaban sus palabras. Al ser cuestionado sobre la calidad del material utilizado, agregó que si el hoyo se volvió a abrir fue porque el Municipio, al retrasar los pagos correspondientes, permitió que la temporada de lluvias se les viniera encima. “Además, aquella fue una temporada atípica”.

Cuando el difunto llegó al Cielo, le entregaron en compensación una disculpa y un par de alas de primera.

jueves, 16 de octubre de 2014

Desencuentros


La mujer parpadeó con insistencia. Quizá porque tiene el sol de frente, pensé. Al reducirse la distancia entre nosotros, vi que lloraba. No traía bolso, iba deprisa, ajena a lo que sucedía alrededor. A pesar de la profunda tristeza en su cara, no era fea; la expresión de sus ojos, aunque anegados de lágrimas, le permitía cierta altivez a la que no estaba dispuesta a renunciar. Habría querido conocer por qué su llanto, pero la urgencia por llegar a mi trabajo me impidió dar la vuelta y seguirla.

sábado, 20 de septiembre de 2014

A la deriva


Ciego de nacimiento, Antígono Pajarito se echó a la mar. Su osadía se consideró apenas un vulgar suicido. Teódulo Sacrosanto, marinero retirado, pero no por ello menos loco, se ofreció a ser sus ojos. Terco como ninguno, Antígono aceptó por compañía solamente la bendición del párroco. En el rostro de la gente que lo despidía se reflejaba la triste y morbosa certeza de estar asistiendo a un funeral anticipado. Días después, las embravecidas agua del océano devolvieron a la playa los restos de una embarcación; de su ocupante, no se encontró ningún rastro.
Son muchas las historias que se han tejido alrededor del suceso. Como aquella que habla de un ciego que es rey en un archipiélago infestado de sirenas. Otras sostienen que no es el canto de las mujeres pez el que trastorna, sino la conjunción de su belleza física y su voz espiritual, por lo que ciegos y sordos son inmunes…
Tengo dudas sobre la veracidad de estas historias. En mis años errante por el mar, no he avistado una sirena. Las provisiones se agotaron; bebo la última botella de agua dulce… No creo poder aguantar más tiempo…


Ahí terminaba el manuscrito que había dentro de la botella que encontré un día al pasear por la playa.a

miércoles, 20 de agosto de 2014

Resaca


El cantinero sirvió la copa doble de libro reposado. Tómese su tiempo y degústelo, sugirió. Pero él, inexperto y bravucón, lo bebió de un trago.

martes, 5 de agosto de 2014

Recapitulación



En realidad nunca la amé. Lo nuestro fue poco más que sexo, bueno o malo según las circunstancias. Visto así, los dos ganamos. Por desgracia, ella no piensa lo mismo y exhibe las facturas del amor que, dice, invirtió conmigo. Su postura me toma desprevenido. En ese entonces, no creí importante sumar orgasmos, dividir momentos compartidos, restar charlas dentro y fuera de la cama, sonrisas obsequiadas... ¿Y qué decir del dinero que gasté en comidas, ropa, alcohol y hoteles? Acepto que no quiero confrontar la realidad con los sueños perdidos, pues vistos así, en pedazos, ya no somos nosotros.

lunes, 21 de julio de 2014

El gusano de la manzana


―¡Es un mal ejemplo para los demás! ―señaló la maestra con una voz potente y estruendosa que no le conocía.

No obstante ser el más alto y valiente del grupo, me fui haciendo chiquitito. Pero no lo suficiente como para desaparecer bajo la puerta, y esquivar el silencio frío de mis padres que, a su manera, me señalaban.

miércoles, 11 de junio de 2014

La ventana del libro


Sobre el escritorio había una taza con residuos de café, un botecito con plumas y lápices, un libro abierto en la página 48, en la que se podía leer: “Los últimos rayos del sol —de un naranja servil y descolorido—se filtran a través de la ventana entreabierta, salpicando la oscuridad de la habitación vacía. Una ráfaga de viento arrastra el estrato polvoroso que el tiempo ha ido acumulando sobre el parquet. Sobre la pequeña cornisa, insensible a la homilía de la noche, la vieja enredadera, nido de bichos y quejas de suicidas, observa el cuerpo ensangrentado sobre la avenida”.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Lectura en voz alta frente al espejo


El autor relee el manuscrito: no le queda claro en qué momento la princesa se convirtió en la bruja del cuento.

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La madre relee el diario de su hija: no le queda claro en qué momento perdió a su niña.

jueves, 15 de mayo de 2014

Bancarrota*



"Prometer no empobrece", se jactan los políticos en mi país. ¡Estúpidos! Hace años que su credibilidad no tiene aval.


Esta mini participa en la Primavera de Microrrelatos Indignados en La colina naranja.

Minuto noventa


El día que ganamos el Mundial, la familia se reunió en casa del abuelo desde temprano. Las mujeres pactaron una tregua con el fútbol, con la condición de que los hombres nos encargáramos de la cocina; animosas disertaban sobre el marcador posible. El juego no fue nada espectacular, prevaleció la estrategia temerosa de ambos entrenadores. Sin embargo, a escasos segundos del silbatazo final, el Gacela se escapó por la banda izquierda, dribló a un defensa y mandó un pelotazo al corazón del área. Ahí estaba el Macho Sánchez, que con certero remate de tijera anotó el único gol. El día que ganamos el mundial, ¿cómo olvidarlo?: yo tenía tres años y caí en la pila del agua. El grito de todo mi país se oyó hasta el Cielo.

miércoles, 23 de abril de 2014

Sin luz



Hoy, Día del Libro, aprovecho para homenajear también a mi mamá, Alejandra. Tengo para ello dos motivos: hace un par de días fue su cumpleaños 76 y las historias con que me dormía de niño echaron a volar mi imaginación. Sé que ella habría preferido que fuera músico, pero mi rebeldía no lo permitió. Por eso, tomando como pretexto una canción de José Alfredo Jiménez, "Sin luz", le escribí esta historia que es parte de mi libro Cuatro caminos (BUAP, 2014). ¡Felicitaciones mamá!

Cuando los gigantes se marchan dejan
una ausencia tras de sí mayor
que el espacio que venían habitando.
Pedro Peinado Galisteo

Mi mamá dispersaba las nubes con las manos para que no le enfriaran las rodillas. Iba tan tranquila por el mundo como quien nada debe y nada teme. Las noches en que no había luz eléctrica en el pueblo, abría un agujero en el techo para que se asomaran por ahí la luna y las estrellas. Le gustaba espantar el miedo con su risa, y atraer el sueño con historias de otro tiempo, cuando el Cielo y la Tierra eran reinos de gigantes. Mis hermanos y yo soñábamos con un día ser tan grandes como ella.
El día que mi papá murió, mi mamá recibió el cuerpo pequeño en brazos y lo escondió en una estrella.

martes, 22 de abril de 2014

lunes, 7 de abril de 2014

Historia de un castillo en ruinas


Había en las ruinas de aquel castillo medieval un aire tétrico y sombrío, también algo de esa falsa irrealidad de los sueños que, inconscientemente, se han repetido muchas veces.
―Tras la desaparición de su prometido en campaña, la princesa se recluyó en una almena, donde murió de soledad ―contaba el guía.
La familiaridad de aquella historia me llevó a dar un paso al frente y contradecir al narrador.
―En realidad, la historia sucedió de una manera muy diferente ―dije al grupo de turistas―. Enamorado de una mujer de un tiempo futuro, el príncipe fue en su búsqueda. Aunque fracasó en su empresa, le fue imposible regresar para reconciliarse con su antigua prometida.
Como si lo hubiera despojado de lo más valioso de su vida, el guía de turistas se me quedó viendo, rencoroso.
―Te estaba esperando, maldito ―gruñó, desenvainó su espada y me atravesó con ella. 
―¿Acaso me condenas a morir por robarte un trozo de historia? ―chillé, la vida derramada por el piso.
―¡Tarde o temprano el canalla vuelve al sitio de donde salió! ¿Por qué tendrías que ser tú la excepción?
Cumplida su venganza, el falso guía de turistas, convertido ahora en dragón, se abrió paso entre la multitud.
Nunca imaginé que aquel gigante de fuego al que perdoné la vida, estuviera enamorado de mi fiel princesa.
 

miércoles, 26 de marzo de 2014

Puesta en escena



RECUENTO

Me casé enamorada, como la mayoría: con los pies en el aire y la cabeza quién sabe dónde, mirando al elegido como a un príncipe azul, o de menos al profesionista que me sacaría de este burdel de mala muerte. Y en cierta forma no me equivoque: ahora solo trabajo para él, y para mi amante.


MEMORIA

Cuando la ausencia toma posesión de los recuerdos, todo se desvanece, aun los espectadores que creían estar ahí.


VACUIDAD

Nada llena el vacío de una casa abandonada. El silencio cenizo —en su andar de polvo— recubre las paredes y los pisos, siempre a la espera de unos pies y unas manos que lo sientan. De su olor intemporal —húmedo o seco— no digo nada: el tiempo es caprichoso y huele como quiere. 


MALABARISTA

La cuerda camina alrededor de su cuello sin perder el equilibrio.


martes, 11 de marzo de 2014

Expiación


Me arrodillé frente al confesor, la cabeza inclinada, la vista en el piso, tal como me había dicho mi instructora de catecismo. 
—¿Es tu primera confesión? 
—Sí —respondí con voz trémula. 
—No tienes por qué tener miedo, no te voy a comer —me animó el sacerdote, su mano apartaba el cabello de mi frente—. Anda, dime todos tus pecados, hijo. 
Así lo hice. 
—¿Te arrepientes de tus actos? 
—Sí, padre. 
—Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Credo —fue la penitencia. 
Al querer ponerme de pie, su mano pesada en mi hombro me detuvo.
—¿Seguro que me has contado todo?
El tono de su voz había cambiado.
—Sí —balbucí.
—Mentiroso: las perrillas en tus ojos te delatan. Anda, abre tu alma y cuéntame lo que viste.

martes, 4 de marzo de 2014

Tánatos


Dicen que a todo te acostumbras menos a la muerte. No estoy de acuerdo. La primera vez que morí, me desquiciaba la urgencia de la sangre por llevarse mi vida, y yo a detenerla. Las otras veces ya no fue lo mismo. Quizá porque la vida se desapega de uno y uno de ella. Por eso, mientras el doctor me advierte que si no sigo sus indicaciones al pie de la letra me llevará la chingada en menos de lo que un gallo canta, lo obsequio con mechones de mi pelo y se me salen las lágrimas de risa.

jueves, 13 de febrero de 2014

Cortejo en el parque*


El perro se acerca meneando el rabo y olisquea a mi pequeña, que con su mirar cohibido parece decirme: Pa, ¿tú qué entiendes de estas cosas? A pesar de mis esfuerzos por apararlo, el animal no ceja en su empeño y nos sigue a todas partes.
A unos pasos de nosotros, la dueña del cánido —rubia cercana a los cuarenta, cuerpo firme y bien delineado dentro de los jean ajustados—, despreocupada por el proceder de su mascota, observa la escena con los brazos cruzados. Libero a mi pequeña de su correa y voy donde la mujer, que me sonríe.
La sonrisa se le cae al suelo cuando comienzo a olisquear su culo y lamo su entrepierna.

*Texturas linguales I. Antología de minificciones, Escritores de Sonora AC/Editorial Mini Libros de Sonora, 2013.


lunes, 27 de enero de 2014

La moraleja del cuento (libro)

Hoy amanecí con un año más. No me había dado cuenta y andaba por la casa como todos los días. Mi nieta Ixchel me llamó a su habitación y, al querer abrazarla, vi que eran dos. “Te presento a mi prima Sofi”, me dijo como si cualquier cosa. Desconcertado, escapé a mirarme en el espejo del baño e inspeccionar si yo era el mismo tipo de la imagen. Cuatro canas nuevas en la barba, la pronunciada redondez de la cintura y el chirrido de bisagra de las rodillas se nombraron mías. “Ve tranquilo”, me dije, “recuerda que ya no tienes edad para este tipo de emociones; acéptalo, quizá sea buen vecino”. Lo hice a nombre de mi padre, al que hace mucho superé en edad; de Walter y Yolanda, tan jóvenes y ausentes; de mis primos Tony y Gabi, que no hace mucho se fueron; de Marco, amigo poeta de ruptura que hace apenas unos días, muy lejos de aquí, guardó su traje oscuro y se vistió de sombra; de mi tío José, que en esta misma fecha dijera estoy bien, desembarco solo; de Olivia, a la que cada noche prometo cuidar y llevar conmigo; de mis dos nietas y mis hijas, a las que cada segundo por venir quiero más; por el canto de musas y sirenas que aún debo escuchar... “Está bien. Bienvenido seas al piso 49 de nuestra existencia compartida”, dije al tipo del espejo. Él, gentil, me abrió la puerta.

Aquí puedes leer o descargar La moraleja del cuento, libro de minificción con portada, prólogo y viñetas de Sergio Astorga.

miércoles, 15 de enero de 2014

En tránsito



Me encuentro en una sala de aeropuerto. Nada me dice por qué estoy aquí. Las horas pasan. Aviones aterrizan o despegan. Nuevos pasajeros cruzan la aduana y se confunden con los miles de personas que van y vienen por los largos pasillos. Un guardia se acerca y me dice que no puedo estar más tiempo aquí, que siga mi camino. Además,  señala las plumas que asoman por debajo de mi gabardina, no olvides que fue un ángel suicida el que provocó  la caída del Concorde.