El perro se acerca
meneando el rabo y olisquea a mi pequeña, que con su mirar cohibido parece
decirme: Pa, ¿tú qué entiendes de estas cosas? A pesar de mis esfuerzos por
apararlo, el animal no ceja en su empeño y nos sigue a todas partes.
A unos pasos de nosotros, la dueña del cánido —rubia cercana a los
cuarenta, cuerpo firme y bien delineado dentro de los jean ajustados—,
despreocupada por el proceder de su mascota, observa la escena con los brazos
cruzados. Libero a mi pequeña de su correa y voy donde la mujer, que me sonríe.
La sonrisa se le cae al suelo cuando comienzo a olisquear su culo y lamo
su entrepierna.
*Texturas linguales I. Antología de minificciones, Escritores de Sonora AC/Editorial Mini Libros de Sonora, 2013.
2 comentarios:
Manolo, amigo: Ante tanto asedio a cualquiera se le tiene que caer la armadura.
Un abrazo.
Guiller: los instintos son animales y no obedecen, qué le vamos a hacer. Un abrazo.
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