No ha dejado de llover en días. A través de
la lluvia, la gente parece su espectro, no solo físico, sino emocional. El
abuelo dejó de menearse en la silla mecedora y tiene la mirada perdida, pero no
hacia afuera, sino hacia adentro: como si mirara un tiempo que pasó hace mucho.
Mamá ha dejado de lavar la ropa, pero el cesto de la ropa sucia está vacío; ya
no recuerdo cuándo hicimos el último cambio. Sentados a la mesa, hablamos lo
indispensable para pasar el pan, la sal o la olla con la sopa. Lo único que por
momentos llama la atención es el reloj que no avanza: hace mucho que las agujas
están fijas a la misma hora.
Imagen tomada de la red