No ha dejado de llover en días. A través de
la lluvia, la gente parece su espectro, no solo físico, sino emocional. El
abuelo dejó de menearse en la silla mecedora y tiene la mirada perdida, pero no
hacia afuera, sino hacia adentro: como si mirara un tiempo que pasó hace mucho.
Mamá ha dejado de lavar la ropa, pero el cesto de la ropa sucia está vacío; ya
no recuerdo cuándo hicimos el último cambio. Sentados a la mesa, hablamos lo
indispensable para pasar el pan, la sal o la olla con la sopa. Lo único que por
momentos llama la atención es el reloj que no avanza: hace mucho que las agujas
están fijas a la misma hora.
Imagen tomada de la red
4 comentarios:
¡Un micro soberbio, José Manuel!
Esta pieza transmite a la perfección la espesura anímica que es capaz de generar la lluvia cuando llega para no marcharse. Te lo dice alguien que vive en una tierra en la que para consolarnos decimos afirmamos que aquí la lluvia es arte y el sol poesía.
El título, en singular, se me ha quedado corto; me da la sensación de restarle potencia a un micro extraordnario.
Un abrazo,
A veces los días de lluvia pueden provocarte esta sensación de pesadez, de que no acaban nunca...
Como dice Pedro quizá el título se podría mejorar, pero entiendo a la vez que no siempre es fácil.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
A través de tu microrrelato me ha llegado esa sensación intropección que nos regala la lluvia, ese color azul plomizo, pesado, pero bendita sea cuando la necesidad de agua es acuciante, cuando la mirada suplica al cielo.
Besos.
Pedro, David, Gemelas:
debo confesar que estoy completamente de acuerdo con ustedes: hay textos a los que no les acomoda tan fácilmente un título. Por más vueltas que le di, no se me ocurrió otro mejor. Debo buscarlo con calma.
Un abrazo por su lectura.
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