Poco
después de las elecciones, la turba prendió fuego al palacio municipal de
Pueblo Nuevo. Los rijosos aseguraban que la alcaldesa
electa había conseguido el triunfo, sí, pero a base de ardides y triquiñuelas,
propios del viejo sistema caciquil que gobernara hasta entonces.
—¿Y
cuándo cree que esto termine? —pregunté al líder opositor.
—Cuando de verdad seamos un pueblo nuevo, señor periodista. Póngalo así en la nota.
2 comentarios:
Cuando termina la revolución, cuando los vencedores toman el palacio de invierno o la bastilla, algo ocurre, algo casi mágico, y es que los vencedores se convierten en algo dolorosamente similar a los vencidos.
Para eso debemos morir todos y dejar el espacio a quienes vengan detrás.
¿Quién va primero?
Saludos,
J.
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