―¡Es
un mal ejemplo para los demás! ―señaló la maestra con una voz potente y
estruendosa que no le conocía.
No
obstante ser el más alto y valiente del grupo, me fui haciendo chiquitito. Pero no lo
suficiente como para desaparecer bajo la puerta, y esquivar el silencio frío de mis padres que, a su manera, me señalaban.
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