Vivo en una ciudad de utopías realizadas. Los dos primeros vagones del metro son exclusivos para mujeres, y el último, extraoficialmente, para la comunidad lesbio gay y transgénero, aunque cualquier ciudadano ejerce su derecho a subirse al vagón que le plazca. Hay también un autobús solo para mujeres, otro para ancianos y uno más para gente con capacidades diferentes. El matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto no criminal son una realidad. Hasta quienes ejercen la profesión de asesinos matan sin discriminar.
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