No hace mucho tiempo existió un burrito pardo de enormes orejas y el mal hábito de jugar en exceso. Cuando el animal estuvo en edad escolar, su emocionado padre lo conminó:
—Oye bien borrico: ya es tiempo de que asistas a la escuela, pues un animal que no sabe leer ni escribir es bestia sin provecho.
El pollino rebuznó contrariado, veía en el comienzo de las clases el final de sus largas correrías por los campos, donde comandaba una manada de inquietos y flojos borricos como él; trató de convencer a su progenitor de lo inadecuado del estudio para un asno, aseguró que ni el mejor maestro normalista sería capaz de recortar con enseñanzas un milímetro a sus enormes orejas, símbolo indiscutible de la pesadez de cerebro que caracteriza a su raza.
—¡Jijo, jijoooooooo! estalló el padre furioso, para quien no existe réplica que valga cuando se habla de algo tan serio como el futuro de un hijo querido-. Las orejas no las despuntará maestro alguno, desdichado animal, pero no es lo mismo ser burro de recua que va por la vida con el lomo pelado, que burro respetable de un bufete jurídico.
Y a punta de coces condujo al chiquillo hasta el colegio.
Con el devenir de los años, aquel joven borrico que no quería estudiar llegó a ser magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Imagen: Asta su abuelo, Francisco de Goya.
Imagen: Asta su abuelo, Francisco de Goya.
4 comentarios:
También podía haber llegado al Congreso de los Diputados, o a Presidente de Gobierno, un borrico bien instruido no tiene por qué poner límites a sus aspiraciones. ;)
Desde luego, Elisa, nada como la preparación; por desgracia nuestros políticos muchas veces lo desconocen.
Saludos.
El problema es que se les ha dado un lugar que no están dispuestos a dejar, aunque para ello tengan que morder y patear.
Saludos.
Ahora están en el congreso!!
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