El sol se derrite sobre la ciudad. Los autos
avanzan lentamente sobre la avenida, por momentos parecen sumidos en un eterno
letargo. Este no es un día normal, me digo y busco en la distancia los
semáforos del crucero; quizá encuentre ahí el origen de esta tormenta de
automóviles y de prisas que se abate sobre esta zona de la ciudad. El rojo, el
verde y el amarillo, en su eterna sincronía con el tiempo, parecen ajenos a lo
que sucede a su alrededor. Así no llegaré a ninguna parte, me digo y cierro la puerta del apartamento del que todavía no he salido.
Imagen tomada de la red.