Saqué una latita de sardinas y se la ofrecí. El mendigo la miró con repulsión, como si fueran restos de comida de la semana. Hubiera querido penetrar sus ojos grises y mirar adentro, confrontarlo… pero dio la vuelta y echó a andar, llevándose consigo el desprecio que sentía por un pobre tipo que ―seguramente por economía― le privaba de un bocado de atún.
Imagen tomada de la red.
6 comentarios:
Ambos seguirán siendo pobres for ever.
Abrazos fuertes, José Manuel.
PABLO GONZ
pues si...muy bueno...abrazo
Pablo, ni cómo ayudarlos.
Recibe un saludo.
Hola, Rosio. Que bueno que te gustó.
Un abrazo.
Limosneros con garrote, les decimos en México.
Así es Yun, y los hay muchos.
Un abrazo.
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