—¿Por qué estudiaste medicina? —pregunta la mujer, descruzando las
piernas, como en aquella escena memorable de una película cuyo nombre no
recuerda.
—Es una larga
historia —maldice en silencio, devuelve la mirada a la lista enorme de pacientes aún por
consultar.
No acababa de
entender por qué las mujeres guapas siempre están al comienzo de la jornada,
y nunca al cuarto para la hora de salida, cuando la soledad se hace más grande
y dan ganas de tomar un café acompañado.
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