El autobús no pasaba y la espera se me hacía eterna.
—¿Y usted para dónde va, joven?
—Aquí nomás, a Jerécuaro.
—¡Qué nombre tan chistoso!
—A mí me parece bello. En lengua
purépecha significa “Lugar como nido”.
—¿Y por qué le pondrían así? ¿En qué
estarían pensando los que lo nombraron?
—No tengo la más remota idea, se
lo aseguro. —Miré el reloj; no tardaría en oscurecer y mi visión nocturna no
era buena—. El autobús no tiene para cuándo pasar y a mí me quedan todavía
muchos pendientes por hacer, me despido
—Fue un gusto conocerlo, amigo.
—El gusto fue mío. Que llegue con bien a su destino. —Agito los brazos y comienzo a elevarme sobre los techos sombríos de las
casas.
4 comentarios:
Los nombres de los lugares siempre tienen un significado, que se haya perdido en el tiempo no quiere decir que hayan dejado de tenerlo....
me ha gustado el surrealismo del texto...
Excelente.
Y ese final... Muy levreriano.
Saludos,
J.
Beauseant: nueatros antepasados -en cualquier punto de la Tierra- no ponían un nombre porque sí, todo tenía sentido. Saludos.
José: gracias; un orgullo que hagas esa comparación. Abrazo.
Publicar un comentario