Cubierta apenas por la transparencia vaporosa del velo de seda, Salomé se contonea grácil y sensual. Percibe su cuerpo mancillado por miradas desbordadas de deseo, ávidas manos que la alcanzan y se funden al contacto de su intimidad; siente el fuego de una lengua que lame persistente su entrepierna. “¡Juan!”, susurra, gime entre la marejada de contracciones que la inunda…
Un rato después, Herodes, el viejo lebrel afgano que rompiera el cuello a su difundo esposo, devora complacido su ración de croquetas.
Imagen: Danza del vientre-diamante, tomada de la red.
8 comentarios:
Enhorabuena, José Manuel, un merecido premio para un texto magnífico. Estás imparable.
Enhorabuena.
Un saludo indio
Elisa, gracias por tus comentarios.
Pasando por un buen momento.
No Comments, un gusto que vengas por acá. Saludos.
Hola, José Manuel:
Junto con mi agradecimiento por tu participación en el Vendaval de micros 2010, te comunico que linkeé tu página desde la mía para tener más fácil acceso a tus textos.
Un cordial saludo,
PABLO GONZ
PD.: Disculpa que haya empleado este espacio para comunicarme contigo pero es que no vi una dirección de correo tuyo en el perfil.
Pablo Gonz, felicidades por el Vendaval. Estuvo de locura leer y comentar textos por dos horas; una grata experiencia. Y muy honrado por el link.
Felicidades, José. Muy buen texto.
Saludos.
Gracias, Gabriel. Bienvenido por aquí.
Un saludo.
¡Afortunado el tal Herodes!
Saludos.
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