Hace años que en mi ciudad no
existe fuerza policial. Si una persona siente el deseo irreprimible de
delinquir, voluntariamente se recluye en una sala de lectura adaptada para el caso.
Familiares y amigos, hermanas de la caridad y asociaciones no gubernamentales se encargan de atender sus necesidades. Una vez rehabilitado, al ciudadano
ejemplar se le reinstala a su vida de siempre. Hasta que aparezca otra vez el
funesto y denigrante deseo, propio de una especie hoy extinta de la que, por
desgracia, no hemos podido desligarnos del todo.
Este micro participa en la propuesta Primavera de Microrrelatos Indignados, organizada por los blogs: La colina naranja, Explorando Lilliput, Pliegos volantes y Relatos de andar por casa.
Este micro participa en la propuesta Primavera de Microrrelatos Indignados, organizada por los blogs: La colina naranja, Explorando Lilliput, Pliegos volantes y Relatos de andar por casa.
9 comentarios:
Mira que he pensado en unos cinco millones de personas a los que les gustaria que se les tratase así, o poco más o menos, mientras se les pasa el hambre o el frío o encuentran trabajo.
Qué planeta es ese??
Luisa: por desgracia, uno utópico que quizá solo veremos en la imaginación de las palabras, pero el intento se hace.
Va un abrazo y gracias por la lectura.
Diego: y mientras siga existiendo Utopía, podremos aspirar a cambiar el mundo.
Saludos.
Nunca hay que perder la esperanza de que las cosas, aunque parezcan utópicas, lleguen a ser realidad.
Abrazos
Eres tremendo. Encima ponzoñosos no hay quien se desligue de nosotros ¿o te referías a los políticos?
Abrazos
Elena: el día que perdamos la esperanza, habremos perdido lo que más vale: no conformarnos.
Un abrazo.
Anita: en la versión original había escrito clase política, pero creo que no son los únicos (aunque creo que sí los peores) por eso lo quité, tratando de ampliar el grupo.
Un abrazo.
Una utopía nada acorde con la condición humana, José Manuel, aunque sería hermoso que quien sienta deseos de delinquir, se encerrase él mismo.
Besos indignados desde el aire
Una utopía que eso sucediera, Rosa, pero al menos lo podemos hacer literariamente.
Un abrazo.
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