I
A su corta edad, Alan creía que la vida era
como en el cine, que las balas de salva solo matan a actores como Brandon Lee.
En cierta forma, Alan tenía razón: lo confirmó aquella madrugada cuando enfrentó
a la policía.
II
El policía desenfundó y disparó sin pensar:
en la academia le enseñaron que la vida no es una película, aunque a veces lo
parezca.
III
La moraleja de la historia no fue encontrada
en la escena del crimen. No se sabe si Alan tuvo tiempo de llevársela consigo;
hay, sin embargo, quien señala que la hurtaron los socorristas de la Cruz Roja;
en cuanto a sospechar de la policía, no sé si aquella le pudiera servir de algo.
Este micro participa en la propuesta Primavera de Microrrelatos Indignados, organizada por los blogs La colina naranja, Explorando Liliput, Pliegos volantes y Relatos de andar por casa.
6 comentarios:
Es lo que pasa cuando algo queda a maedis... ¡'pera!, pero ¿qué estoy diciendo...?
¿Por qué el Poder mitifica las realidades? Nadie se salva: son tiros directos a nuestra existencia, y nosotros mismos somos los culpables.
Un abrazo :-)
Nadie busca una moraleja, es mejor dar una noticia o lectura falsa y unámine desde las filas del partido.
Adan se habrá suicidado, que los perroflautas son... impredecibles y raros.
Al leer tu pieza -genial, por cierto- pienso en las distincas cosas que nos causan indignación según dónde nos encuentre la vida, Manolo.
Tu micro huele a México, a Latinoamérica; tan lejos, tan cerca.
Un abrazo.
José Luis: la visión del poder nunca será la de la gente; muchas veces -la mayoría- quienes lo toman se modifican: vuelven a ser aquello contra lo que lucharon.
Saludos.
Luisa: por desgracia las moralejas son, según idea equivocada, consejas para niños. Por algo somos el único animal que tropieza con la misma piedra dos y muchas veces.
Saludos.
Gracias, Pedro. Sí, cada país vive su propia realidad o al menos con ópticas diferentes, y como tal las enfrentamos o vivimos. Por fortuna, desde la literatura, podemos cambiarlas.
Saludos.
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