Un sapo culto llegó a
ser presidente de un pequeño estanque. Una vez instalado en poder, dijo al
Congreso que, en realidad, no era sapo, sino un príncipe encantado.
La bruja del cuento, que se hacía pasar por lideresa de su grupo
parlamentario, aconsejó a los suyos no aventurarse en suertes de brujas malas; que lo mejor sería deshacer el Congreso y nombrar al sapo emperador, zar o lo que él
quiera. “Después nos levantarnos en armas, lo derrocamos y le cortamos la
cabeza. La historia nos recordaría como revolucionarios”.
Todos estuvieron de acuerdo y aceptaron beber la pócima que les ofrecía,
aun los sapos encantados.
2 comentarios:
Ah, la política. Terrible. Muy buen cuento che, me gustó mucho.
Lucas: así debe ser en todo el mundo, los sapos solo cambian de lugar. Saludos.
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