Se llamaba Gregorio S., pero nada tenía que ver con Franz Kafka. Su educación fue autodidacta. Gracias a las charlas de estudiantes e intelectuales que lo frecuentaban, conoció la vida y obra del escritor checoslovaco. Por voz de un reconocido cineasta, admirador de Orson Wells, siguió a Joseph K. en su vía crucis por la pantalla. Pero su vida nada tenía que ver con un artista exhibido en una jaula, una cucaracha que añora su pasado humano y menos con un tipo inocente, inexorablemente condenado. Sin embargo, si le hubieran permitido elegir, con gusto habría aceptado ser otra cosa, porque ser retrete y sufrir de insomnio, es terrible.
2 comentarios:
Y el insomnio de jose manuel ortiz??
Ese viene en cada texto escrito aquí y en otros sitio. Saludos.
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