martes, 23 de abril de 2013

Aprendiz de hechicero*



Mientras espero que mamá salga de su visita al médico, un artículo de una revista trae a mi memoria un suceso que tenía olvidado. Tendría seis o siete años cuando acompañé a mamá al funeral de tío Arnulfo, su hermano mayor. Mientras la gente rezaba por el eterno descanso de su alma, yo preferí darme una vuelta por la vieja y misteriosa casona. Era conocida la afición del difunto por los gatos de angora, pero sobre todo por las máscaras de diablos que coleccionaba por montones, que no quise negarme la oportunidad de verlas de cerca y quizá llevarme alguna.
De vuelta al velorio, aproveché el receso de los rezanderos y plañideras para hacer mi entrada triunfal en la sala recitando un conjuro que había leído en Las aventuras de Tom Sawyer: “Diablo sigue al muerto; gato, sigue al diablo; verruga, sigue al muer…”. Una bofetada de mamá me hizo guardar silencio, impidiéndome con ello comprobar los resultados de aquella fórmula mágica, con que la quería obsequiar.
Hoy, cuarenta años después de aquel bochornoso suceso, mamá decidió visitar al cirujano plástico: la enorme verruga sobre su ceja derecha parece una coliflor a punto de estallar.


*Un breve homenaje a ese mi primer libro que leí: Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, regalo de mi hermano Javier.

3 comentarios:

josé manuel ortiz soto dijo...

Diego Alejandro: es tiempo de darle una leída, pues es, en su contexto, el personaje juvenil y picaresco de todos los tiempos. Vamos, el Bart Simpson de su época.

El micro forma parte de un ciclo homenaje a los libros que me han formado como lector.

Saludos.

Rosa dijo...

Al final comprobó que su conjuro surtió efecto. Me hiciste sonreír. Gracias y besos desde el aire

josé manuel ortiz soto dijo...

Rosa, en cierta forma, así fue, aunque debieron pasar muchos años.

Un abrazo.