Había en las ruinas de aquel
castillo medieval un aire tétrico y sombrío, también algo de esa falsa
irrealidad de los sueños que, inconscientemente, se han repetido muchas veces.
―Tras la
desaparición de su prometido en campaña, la princesa se recluyó en una
almena, donde murió de soledad ―contaba el guía.
La
familiaridad de aquella historia me llevó a dar un paso al frente y
contradecir al narrador.
―En
realidad, la historia sucedió de una manera muy diferente ―dije al grupo de
turistas―. Enamorado de una mujer de un tiempo futuro, el príncipe fue en su
búsqueda. Aunque fracasó en su empresa, le fue imposible regresar para
reconciliarse con su antigua prometida.
Como si
lo hubiera despojado de lo más valioso de su vida, el guía de turistas se me
quedó viendo, rencoroso.
―Te
estaba esperando, maldito ―gruñó, desenvainó su espada y me atravesó con
ella.
―¿Acaso
me condenas a morir por robarte un trozo de historia? ―chillé, la vida
derramada por el piso.
―¡Tarde o
temprano el canalla vuelve al sitio de donde salió! ¿Por qué tendrías que ser
tú la excepción?
Cumplida
su venganza, el falso guía de turistas, convertido ahora en dragón, se abrió
paso entre la multitud.
Nunca
imaginé que aquel gigante de fuego al que perdoné la vida, estuviera enamorado de mi fiel princesa.
4 comentarios:
Precioso!
Magistral relato.
Patricia: gracias, amiga. De esas minis a las que el reposo ayuda mucho. Un abrazo.
Carlos, gracias por tu lectura y comentario. A veces salen las cosas, sobre todo cuando gustan a alguien que no es uno.
Un abrazo.
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