Aquel árbol no era del bien ni del mal: lo
mismo pernoctaban en sus ramas serpientes de tres ojos que pájaros de trinos
claros; bajo su sombra hacían la siesta trotamundos inocentes que bandidos y
asesinos perseguidos por la justicia. Al reclamo de los otros árboles, que lo
acusaban de no tener principios ni moral, el árbol jorobado se apuraba a
madurar los frutos que de un momento a otro buscarían hambrientos los recién
llegados.
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