Los
dientes se cerraron firmes sobre el dorso de su mano, hasta hacerla sangrar. El
bochorno en los genitales presagiaba la erección. Dispuesto a continuar con su obra,
agitó con la punta del dedo la mezcla de sangre, orina y mierda que, a falta de
tinta o grafito, usaba para escribir. “La puta levantó la mirada al cielo, pero
la lluvia no se detuvo…”, comenzó. A cada palabra transcrita, se abatía sobre
la celda un aguacero de bocas, animales, senos, penes, gritos, anos, vaginas,
semen, golpes… En éxtasis total, el marqués seguía escribiendo.
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