Esa
mañana, Gregorio Samsa despertó sobresaltado: emociones encontradas
ocupaban su mente. Era un hecho que Max Brod había faltado a su palabra, pero también
que gracias a su deslealtad, él —Gregorio Samsa—, su familia y tantos personajes más lograron
escapar del olvido al que habían sido condenados. «Lo siento, Franz, de verdad lo
siento», chirrió con sinceridad, y continuó con su difícil papel de convertirse en insecto cada vez que alguien abriera el libro.
2 comentarios:
A Max, como a todo lector, sufren especial transformación. Buen texto.
A Max, como a todo lector, sufren especial transformación. Buen texto.
Publicar un comentario