En recuerdo del tío Tarcisio, papá de mis primos García Soto
A tío Chicho se le ve
por el mercado con una bolsa de mandado en cada mano. Los dependientes de los
puestos lo saludan con familiaridad porque seguro tienen un aparato electrónico
o una máquina de escribir que tío Chicho reparó alguna vez, y le ofrecen sus mejores
chiles, cilantro, jitomates, cebollas. Como también es administrador de la
Unión Ganadera local, eso le asegura a la familia de tío Chicho barbacoa y
montalayo de primera; las carnitas y el chicharrón más frescos; los bistecs y
las costillas más suaves. Fruta de temporada, jugos de naranja y de zanahoria,
tortillas y semitas, dulce de membrillo y gelatinas con rompope completan el
mandado.
Es
por todo eso que a media mañana los sobrinos, hermanos y cuñadas de tío Chicho
se aparecen sorpresivamente por la casa. Entre saludos y bostezos, Lalín sepulta
el trozo de barbacoa en sus dos tortillas con salsa pico de gallo. «¡Uta, pica
un chingo!», se queja el Gabo Gordo, y
pide a Toni que le sirva un vaso de jugo de naranja. A eso de la una de la
tarde el lugar comienza a vaciarse. La última en dejar el comedor
es tía Trini, que muy seria le dice a su esposo que no deje remojar tanto los
trastes, porque se apestan.
—¡Y
apúrate a ir al mercado, Chicho, que ya casi es hora de comer!
Las metamorfosis de Diana (Fábulas para leer en el naufragio), Lagarta azul, 2015.
2 comentarios:
Bien por el Tío Narciso. abrazo en silencio, senddero
Rubén: uno se va pero quedan los recuerdos. Abrazo.
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