—¿Por qué lo golpean? ¡No se resiste!
—Mire, don, mejor no
se meta.
Sostenido firmemente
de los sobacos y del cinto por dos policías, el detenido levanta el rostro
abotagado para ver quién lo defiende; en sus ojos, cerrados a puñetazos, solo
hay oscuridad.
—Vámonos —ordena el jefe
de los uniformados. Al pasar junto a papá, baja la voz—: ¿No entiende verdad? Más
le valiera no meterse en donde no lo llaman.
—No es de hombres
ensañarse con los indefensos.
—Ya nos veremos…
Papá regresa a mi
lado y me estrecha con sus manos recias, todavía temblorosas.
—No llores. Recuerda
que nunca debes permitir la injusticia.
Ayer enterramos a papá. En el pueblo, todos
saben quién lo mató pero no hay testigos. No permitiré esta injusticia.
José Manuel Ortiz Soto, Cuatro caminos, BUAP, 2014.
2 comentarios:
Qué duro!! Y qué mal sabor puede dejar la injusticia cuando además se ensaña en los más indefensos.
Un abrazo.
Yashira: la injusticia siempre lo será.
Un abrazo.
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