—Yo estuve presente en la Batalla de Celaya,
donde derrotaron al Centauro del Norte, y de su famosa División no quedaron ni
rastros. Pero el costo que pagó mi general Obregón por el triunfo fue alto, y doloroso.
El dueño del bazar de antigüedades
es un hombre mayor, pero se nota a leguas que no le alcanzan los años para ser
contemporáneo de la Revolución.
Y así se lo hago saber.
—¡Ah que gente tan desconfiada hay
hoy en día! ―responde sin inmutarse―. Por si le interesa, también tengo la
pierna de mi Alteza Serenísima y los pies chamuscados del último tlatoani. ¿Quiere
verlos?
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