A una seña del panadero, la niña entra
en el local y toma la pieza de pan que le ofrecen, que guarda en una bolsa de
plástico.
—¿Por qué no lo comes? —la cuestiona
el buen hombre.
La chiquilla se encoje de hombros; responde
con su vocecita frágil:
—Siempre hay alguien que tiene más hambre
que yo.
Conmovido por las palabras de la
mendiga, el viejo panadero ordena a su ayudante que triplique la caridad. Agrega,
orgulloso:
—¡Un ejemplo que todos deberíamos de
seguir, de vez en cuando!
Mientras tanto, a la vuelta de la “Panadería Acámbaro” media docena de perros callejeros gruñen, impacientes.
2 comentarios:
Las buenas acciones ilustran; los buenos textos enseñan.
Un abrazo.
Hola, Guiller. No hay más, aunque cada día son más pocas buenas acciones.
Saludos.
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